Qué serían de esos sábados por la
noche, en pleno éxtasis discotequero, y sin una china, cargada de rosas hasta
las cejas, incordiando como nadie para que le compres una puñetera y marchitada
flor.
Si tienes suerte y sales a
pegarte unos bailoteos con unos amigotes, lo mismo ni te ve y ni se arrima.
Ahora, como vayas con tu pareja, ya sabes que tienes china (o chino) para rato.
Si te sorprende bailando, te interrumpe metiéndote la rosa por las narices; si
te estás pegando el filete padre, te corta todo el rollo porque, entre morro y
morro, te encuentras una maloliente rosa que no te explicas cómo demonios se ha
podido colar por ahí. Si te encuentras apoyado en la barra pidiendo, te mete la
rosa en el cubata; si estás en el retrete cambiándole el agua al canario, te
pasa la dichosa rosa por toda la…
Y lo peor no es eso, lo peor es
que no saben decir otra cosa que no sea: “¿quiele
una losa?”. Así que no te molestes en discutir con ellos, no servirá de
nada.
Cierto día, y esto es verídico, se
me acercó una china con más rosas que en una floristería, ofreciéndome, para
variar, una de aquellas suculentas flores. A mí no se me ocurrió otra cosa que
hablarle en chino, pero no veáis que pronunciación. De sobra queda decir que no
tengo ni idea de chino, así que empecé a nombrarle nombres de personajes de
Pokémon (aquellos raros bichillos que salían de unas bolas (¿espermatozoides?)
y evolucionaban en otros más fuertes).
Más o menos, éstas fueron mis
palabras (entre comillas): “¡Pikachu,
Charmander, Charizard, Kadabra, Machamp, Gloom, Koffing!”
No os imagináis la cara que puso
la pobre mujer, no sabía si estaba tratando con un loco o con un gilipollas. Mi
reacción fue instintiva, prácticamente sin pensar, pero cuando llegó el momento
de recapacitar lo que había hecho, no podía parar de reírme. Y aquel acto
reflejo (por llamarlo de algún modo) se convirtió en toda una seña de
identidad. A partir de aquel día, al chino o china que se me acercaba a
ofrecerme una rosa, yo le deleitaba con aquellas maravillosas palabras.
Con el tiempo, he ido perdiendo
esta costumbre (supongo que será por puro cansancio o porque algo habré
madurado), pero quien sabe, lo mismo, al dedicar esta entrada a esta hazaña
(bélica) mía, vuelvo algún día a la carga. Ya os mantendré informados (si no
intentan antes asesinarme o me hacen servir como pasto de ese tal Godzilla).
El gusano lleva razón... El hombre prueba, se hace el sordo y confunde las palabras de la mujer. Listo el anciano... y muy buena la viñeta, como siempre.
ResponderEliminarUn abrazo amigo.
Qué recuerdos me vienen a la cabeza con esta situación, jejej.
ResponderEliminarEspero que el viejo hubiera aprovechado su momento de confusión en la siguiente escena.
Muy buena la historieta, con mensajes picantones en segundo plano.
Sigue así dejando el listón bien alto. ¡Enhorabuena!