Me imagino a más de uno en la misma situación que el tipo de mi dibujo. ¿Cuántos maridos se habrán topado con algún individuo entrando o saliendo tranquilamente de su propia vivienda? Después viene el obligado e insistente interrogatorio a la sorprendida esposa, a la cual, lógicamente, le sonará a chino todo lo que el atropellado marido le diga.
En primer lugar, no sabrá de quién le habla, como por ejemplo: “¿Qué un tío acaba de salir por la puerta? ¿Has vuelto a venir borracho?”. Luego, después de hacer (o de hacer como que hace) memoria, empezará a reírse y a rascarse la cabeza, como por ejemplo: “¿Qué quién era ese? ¿No la has reconocido?, era mi tía Lupita que le han dado dos días de permiso”. Y por último, acabará reconociendo que, efectivamente, era un tío hecho y derecho quien acaba de largarse, pero no hay de qué preocuparse, pues puede que fuera el cartero o el butanero, como por ejemplo: “¿Que en casa lo tenemos todo eléctrico? ¿Y por qué no me lo habías dicho antes y el pobre butanero se hubiera ahorrado la friolera de subir diecisiete pisos?”
¡Señoras!, que los maridos no son tontos, que los carteros no hacen el reparto en Mercedes ni los butaneros trabajan hasta altas horas de la madrugada. Y además, a uno no empieza a pesarle la cabeza más de la cuenta porque le esté engordando bestialmente, ¡no señor!, ni los techos se rayan porque el niño haya estado jugando con los tenedores del cajón, ¡tampoco! Así que… ojito, porque después de esta entrada más de uno mirará debajo de su cama antes de acostarse.
Completan el dibujo los ya habituales gags de las narices: una abejita cotilla y metomentodo, el típico diablillo toca narices, una ratonera a la venta y un mosquito que se lava las manos ante el desastre que acaba de ocasionar.
No perdáis detalle.
P.D.: No conviene olvidar que los armarios roperos también son un buen escondrijo. ¡Ojito!
Creo que tampoco hace falta cargar demasiado el dibujo para contar lo que uno quiere, así uno no se pierde entre tanto detalle. Este formato personalmente me gusta más. Además, la historia que cuentas me ha gustado mucho porque a una situación de infidelidad muy bien conocida y tantas veces humorísticamente escenificada, le has dado un enfoque distinto. Ahora el amante no es pillado como siempre en la habitación escondido, o yéndose por el balcón, sino entrando por la puerta alegremente con llaves propias. Muy bueno. Los gags están también muy bien, sobre todo el de la ratonera, más simple pero menos previsible. ¡Enhorabuena! Fdo. El Cabecicos.
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