Pero… ¿qué diablos hace una momia en casa de mi entrañable mequetrefe? Hay que reconocer que mis ideas llegan a ser tan surrealistas que empiezan a asustarme a mí mismo. Pero, la verdad, es que no tenía otra opción. O tenía que trasladar a Marcelino al antiguo Egipto, a la tierra de las momias y faraones, o tenía que desplazar a la momia a los tiempos de Marcelino. Y me decanté por lo segundo. Desconozco si los antiguos egipcios disponían de un retrete para hacer sus necesidades y si tenían a mano un buen rollo de papel higiénico para dejar todo bien limpito.
De entre todas las momias que deambulaban por ahí, escogí la que peor humor tenía. Por diez euros, la convencí para que se introdujera dentro de mi máquina del tiempo y la trasladé al presente (o al futuro, depende del punto de vista en que se mire), justo en el momento en que mi mequetrefe se encontraba desatascando las tuberías. La verdad es que la situación en la que se ve involucrada la momia no le ayuda en nada a despertar una sonrisa.
Como ya os habréis ido percatando, en la mayoría de mis dibujos casi siempre encontramos dos partes: una más elaborada (que, normalmente, es la que capta mayor atención) y otra más simple. En este caso, la parte más complicada se la lleva la dichosa momia, envuelta en viejos y sucios vendajes, más arrugada que la camisa de uno que se acaba de levantar de la siesta y con los dientes más podridos que las flatulencias de un tipo que acaba de comer habichuelas. La elaboración de Marcelino fue más sencilla, aunque el diseño de su postura también me trajo algún que otro quebradero de cabeza.
¿Y el bocadillo? ¿Dónde está el bocadillo? Marcelino, aunque sea un personaje de tebeo, también tiene su parte humana. ¿Cuántos, después de desahogarnos en el baño, tenemos ganas de conversación? ¿Y con quién vamos a hablar que no sean las cuatro paredes que nos rodean? ¡Seamos realistas!
Unos simpáticos ratoncillos, un mosquito en verdaderos apuros y otros dos que se han quedado fuera de plano, completan la viñeta de esta semana.
Otra magnífica historieta en la que aparece nuestro gran amigo Mr. Marcelino. Éste, ni corto ni perezoso hace uso de su agudeza visual para limpiarse el ###. Me ha gustado mucho la forma en la que has presentado los personajes y el contexto en el que los has envuelto, no trasladando a Marcelino al antiguo Egipto, sino al revés. De todos modos, me gustaría ver a este personaje algún día cómo se maneja en esa época ancestral, desde luego que te daría mucho juego para inventar otras historietas muy divertidas. Lo que también se agradece es que expliques cómo has elaborado el dibujo, indicando las dificultades a las que te has enfrentado. Es curioso conocer dónde inviertes más el tiempo. Me ha gustado mucho el diálogo del mosquito. Otra perla más para la galería.
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