Entrada especial la que dedico
esta semana y que he decidido dividir en dos partes. El día 11 de mayo del
presente año de Nuestro Señor (2012), se inauguró una bonita exposición bajo el
nombre de Quotidianía Vistabellense en
el salón de exposiciones del murciano mesón El
Jumillano, la cual se prolongó, en un principio, durante 17 días, pero,
debido a su notable aceptación y a las numerosas peticiones de la gente, se
prorrogó durante una semana más. Finalmente, se clausuró el día 3 de junio.
En aquella exposición, que fue
anunciada por distintos medios (sobre todo, en redes sociales), se podían
contemplar quince obras originales salidas de las prodigiosas mentes (y manos)
de los genios Juan Álvarez y Jorge Gómez. Cada una de aquellas obras
(realizadas a pastel y tinta) plasmaba un rinconcito del murciano barrio de
Vistabella, sito en el mismo centro de la capital, en la orilla norte del río
Segura. Todas las obras allí expuestas se encontraban a la venta, y claro,
tratándose de un servidor, no me podía venir con las manos vacías…
El barrio de Vistabella fue
fundado en 1950 y fue diseñado como Ciudad Jardín. En su día, Vistabella se levantó
a las afueras de la ciudad y fue hogar para exmilitares y viudas de guerra.
Pero la ciudad de Murcia fue creciendo con los años hasta el punto de cobijar a
este pequeño barrio entre sus brazos.
Sus calles fueron bautizadas
durante el régimen franquista y, a la gran mayoría, se les dio nombres de
oficiales del bando nacional. La iglesia de Vistabella es considerada el
epicentro del barrio, junto a la
Plaza de los patos, zona peatonal conocida por este nombre
por un antiguo estanque que allí se encontraba.
Para quienes no conozcan este
entrañable barrio y aún no hayan tenido el beneplácito de caminar por sus
calles, desde aquí me gustaría invitarles a que lo hagan, quedarán maravillados
por la cordialidad de sus gentes y por la tranquilidad que allí se respira aún
estando situado en el mismo centro de la capital de Murcia.
Con respecto a los autores que en
El Jumillano colgaron sus obras, aquí
van unas cuantas pinceladas en las que desvelo algunos datos acerca de sus
vidas y obras:
Juan Álvarez (Juan Álvarez
Montalbán) nació en Mazarrón en 1960. De su mano han salido personajes como Los Mendrugos, Lucía, gabinete de sexología, o el más reciente, Jonathan Drácula.
Pronto, su familia se trasladó a
Mula, donde residió durante su niñez. Empezó su andadura por el mundo del cómic
creando sus propias páginas inspiradas en El
teniente Blueberry y Tintín. Una
vez cumplida la mayoría de edad, se traslada a Madrid, en dónde empieza a
trabajar para la productora norteamericana Hanna Barbera. A su vez, empezó a
publicar sus dibujos en “El Diario de
Murcia” y “La Quincena”.
En 1982, crea una adaptación al
cómic del Estatuto de Autonomía de la Región de Murcia,
encargado por la Editora Regional de Murcia.
En 1983, empieza a colaborar en
la revista “El Pregonero” y, en
diciembre del mismo año, gana el primer premio de un concurso organizado por la
revista “1984”.
En 1985, conoce a Jorge Gómez,
quien se encargó de dar color a sus dibujos y cuya relación profesional se
extiende hasta nuestros días. Por aquel entonces, las páginas de Juan Álvarez y
Jorge G. empezaron a publicarse en las revistas “TBO”, “Zona 84” y “Totem”.
A pesar de su creciente volumen
de trabajo, Juan no abandona el dibujo animado, realizando story boards para
series de televisión, tanto alemanas (Benjamin
Blümchen), canadienses (Babar) y
norteamericanas.
Benjamin Blümchen.
Babar.
A finales de la década de los
ochenta, Juan Álvarez creó la serie Frasco,
publicada en la revista “Boca a boca”
y, al poco, creó también Pacheco y los
africanos, junto a Vicente Tiburcio para la publicación “Esta Región”.
Otras de sus series (Santi Boom y Nacho Cubatas), se publicaron a mitad de los años noventa en el
diario “La Verdad” de Murcia y en
la revista “Venga!”, respectivamente.
Fue a partir de estas fechas
cuando sus creaciones vieron la luz en publicaciones tan dispares como: “Puta Mili” (para la que creó el
personaje Capitana Diana), “Crecer feliz”, “Penthouse Cómix”, “Interviú”,
“Diario As”, “El Faro de Murcia”, “Playboy”
(tanto en la edición española como americana), “Dinero inteligente”, “Primera
línea”, “DT”, “Totem” (en la edición italiana), “El Jueves”, “Blue” (revista italiana) y “Amaníaco”.
En 1990, trasladó su serie M.M. el loco del claustro del periódico “Campus” de la Universidad de Murcia
a la revista “El Jueves”. Poco
después, empieza a publicar tiras cómicas para “Diario 16”
y, en agosto de ese mismo año, crea la serie Los Mendrugos.
Jorge G. (Jorge Juan Gómez
Cáceres) estudió en la Escuela
de Arte de Murcia, abandonando la carrera transcurrido el primer curso. Fue
entonces cuando trabajó como ayudante, junto a su padre, en la fabricación de
carrozas. Compaginaba este trabajo con la pintura, la ilustración, la cerámica
y la restauración.
En 1985, conoce a Juan Álvarez y,
a partir de entonces, es el encargado de dar color a todas sus ilustraciones.
Además de colorista, Jorge Gómez
también es bombero para el Ayuntamiento de Murcia, compaginando estas dos
profesiones. Su particular estilo a la hora de dar color a las páginas de Juan
Álvarez (óleo), otorgaba un acabado poco habitual para ser unas páginas de
historietas, dotando a las mismas de una calidad y frescura como pocas veces se
ha visto en este medio.
Pero claro, esta técnica también
tiene sus inconvenientes, sobre todo, a la hora de cumplir con las fechas de
entrega de las páginas. Jorge necesitaba un mes para acabar una sola página,
por lo tanto, el óleo tuvo que ser sustituido por secativo de cobalto con el
fin de acelerar el proceso creativo de las páginas.
Llegó el esperado 11 de mayo (día
de la inauguración de la exposición Quotidianía
Vistabellense) y, sobre las 20:30 horas, acudí a mi llamada en El Jumillano. Como no podía ser de otro
modo, a dicha hora, los exteriores del mesón se encontraban abarrotados de
gente. A mi llegada, las puertas ya estaban abiertas, la gente empezaba a
acceder al lugar y, los padres de las criaturas (Juan y Jorge), se encontraban
conversando con los asistentes.
Juan y Jorge estaban ocupados
(sus manos y saludos no daban abasto), así que no quise interrumpir y decidí
posponer mis saludos para más tarde, así que accedí al interior a saborear
aquellas quince pinturas que colgaban de las paredes. Enseguida, ambos artistas
se personaron en la sala y, fue entonces cuando, tras una bonita presentación,
cargada de poesía, humor y aplausos, se dio por inaugurada la exposición.
Tras plantarme frente a cada una
de las obras, disfrutar de su contenido y sacar algunas instantáneas, llegó el
momento de presentarme a los artistas, primero a Juan y después a Jorge, con
quienes compartí unas palabras y a los que no les faltaron, en ningún momento,
el calor del público, abrazos y felicitaciones.
Después de mi presentación, llegó
el momento de ir a la caza (literalmente). ¿Qué original comprar de entre
tantos? No era nada fácil dar respuesta a esta pregunta, pues cada uno estaba
impregnado de una magia y originalidad que lo equiparaba al resto de los allí
expuestos. Pero tenía que decidirme por uno (no me iba a llevar los quince,
aunque me hubiese gustado).
El pinchazo, una de las quince obras expuestas.
El primero en venderse fue el
cuadro titulado “El Jumillano”.
Imagino que éste fue a parar a manos del propietario o propietarios del local.
El segundo que, enseguida, fue marcado con la pegatina de color rojo en señal
de vendido fue “Cafecico”, al que ya le había echado el ojo, pero alguien se me
adelantó. Todo iba tan rápido… El tercero en venderse fue el mío. El propio
Juan Álvarez fue el encargado de colocar aquel punto rojo junto a su obra
titulada “El recreo”, una bonita
pintura que me impactó desde el primer instante y que os muestro más abajo,
para que todos podáis disfrutar de ella.
El Jumillano.
Juan Álvarez dando las últimas pinceladas a Cafecico.
El recreo, el cuadro que tuve la fortuna de adquirir.
Original de El recreo, dedicado por los artistas a un servidor.
Tras clausurarse la exposición,
Juan Álvarez se puso en contacto conmigo para hacerme entrega de mi obra
adquirida el día de la inauguración. Entonces, el 7 de junio, volvimos a
compartir unas palabras (ésta vez, sin el agobio de la gente) y yo, como persona
detallista y cumplidora, le hice entrega de un pequeño obsequio
(insignificante), pero que al artista le hizo mucha ilusión, elogiando mi
trabajo y agradeciéndomelo con un fuerte abrazo.
Mi regalo, en cuestión, era un
dibujo en el que el propio Juan Álvarez y su compinche Jorge G. eran los
protagonistas absolutos, recreando una situación a la que seguro se habrán
tenido que enfrentar en más de una ocasión, y que espero, no hayan resuelto
como yo he planteado en mi obra.
Juan Álvarez en su estudio, portando el dibujo que le regalé.
Primer plano de mi dibujo.
Pero todo no acababa aquí. Juan y
yo teníamos un asunto entre manos pendiente de resolver. Además, no sería justo
haber conocido a este gran artista personalmente y no haber conocido un poco
más a fondo su figura y obra. Así pues, y esto queda pendiente para la segunda
parte de esta entrada especial, todavía quedan varias sorpresas pendientes de
desvelar que espero que sean del gusto y disfrute de todos. Por lo menos, yo lo
he hecho con todo el cariño y así lo siento.
Como figura al final de las
mejores películas o novelas: continuará…
Yo también tuve el placer de adquirir una de las obras. Ausencia I, un dibujo de la farola principal de la fuente de la Plaza de los Patos. Un gran homenaje.
ResponderEliminarUn espléndido homenaje. Pueden estar más que orgullosos los autores.
ResponderEliminarY gran ilustración. Esperamos más.
Gran entrada amigo. Además se inauguró el mismo día de mi cumpleaños.
ResponderEliminarUn abrazo.