Hace tiempo que no tocaba el tema
de los curas, así que esta semana me centro de lleno en ello. Con el sentido
del humor que me caracteriza, en esta ocasión sitúo a la típica chica atractiva
arrodillada frente al confesionario contándole al párroco sus deslices. Lo que
ella no se podía ni imaginar era que, su compañero de fatigas de la noche
anterior era aquel que tenía justo delante de sus narices. El párroco, muy
discreto él, le entrega a la chica sus pertenencias bajo la atónita mirada de
ésta.
Nota del autor:
Esta historia NO
está basada en hechos reales y ninguno de los personajes que aparecen en ella
existen. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Amén.
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