Poco a poco siguen sumándose nuevos amigos a la fiesta, y lo mejor es que todavía quedan unos cuantos por llegar. La velada seguía avanzando y las continuas charlas sobre el mundo de los tebeos se entrelazaban como los eslabones de una cadena que parecía no tener fin. Cada uno de los asistentes aportaba su granito de arena y explotaba de ganas por contar su particular historia, rememorando viejos tiempos, antiguos personajes y ciento una curiosidades que recordaban como si hubiesen acontecido ayer mismo. Como podéis imaginar, el nivel de interés al que había llegado la conversación alcanzaba cuotas muy altas.
Y entre tal cúmulo de imborrables recuerdos, el timbre de la puerta volvió a hacernos compañía. Eso se traducía en que el siguiente invitado de la lista acababa de llegar y, convencido estoy de ello, con ganas de sumarse a la celebración. Entusiasmado, abrí la puerta y allí estaba él, el gran Nicolás, presente en cuerpo y alma. Auténtico pintor de palabras, Nicolás Martínez Cerezo es un dibujante que escribe poniendo el corazón sobre la palma de su mano y un escritor que dibuja poniendo el espíritu sobre el lienzo en blanco. Él es la rima en la mente del poeta, la luz en el ojo del ciego y el chasquido que suena a las puertas de la inspiración. He tenido la gran fortuna de mantener largas charlas con él, hablando sobre la vida, el cine, la literatura, la poesía, su Gorda de las Galaxias y otro centenar de temas que pusimos sobre la mesa. Nicolás aceptó mi invitación y hoy aquí le tenemos, emocionado tanto o más que yo. Y qué decir sobre su dibujo, es como un poema ilustrado. Sólo Nicolás sabe hacerlo, sólo él, con su corazón de niño eterno que mira a la vida con los ojos de un adulto.
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