domingo, 26 de febrero de 2012

MARCELINO Y SUS INDISPOSICIONES

Ni la escasez de ideas, ni el intenso frío de estos días, ni siquiera un pequeño contratiempo (casi resuelto) que he sufrido en las manos (sobre todo en la derecha), han impedido que siga publicando mis dibujos semana tras semana. Sé (y lo he dicho muchas veces) que mi archivo pendiente de publicar es muy extenso (véase que, bajo mi firma, aún figura el año 2011); pero (casualidad o no), justo cuando en peor estado tenía las manos (apenas podía articular los dedos), se me ocurrían los dibujos más complicados de realizar, cargados de detalles y creados en un formato más grande de lo habitual. Hoy, prácticamente recuperado, miro aquellas páginas (tres en total) y me pregunto a mí mismo: “¿Cómo pudiste hacerlo?”.

La secuencia expuesta esta semana debió ocurrir hace ya algunos años, cuando el mundo de la construcción se encontraba en todo su auge. Marcelino debía pasear tranquila y gozosamente cuando, de repente, un terrible apretón irrumpió en su vida. Con su casa a varios kilómetros de distancia, se vio obligado a buscar una alternativa. El bar más próximo se encontraba a más de veinte minutos a pie, así que no tuvo más remedio que meterse en una obra y hacer de vientre en uno de esos retretes portátiles. Pero claro, tratándose de Marcelino, no iban a salir las cosas derechas.

Con anterioridad, un gato callejero había excavado un pequeño hoyo en el suelo para hacer sus necesidades, olvidándose de cubrirlo. Así que, nuestro hombrecillo, vio aquello y pensó que era el retrete y, a toda prisa, se bajó los pantalones y allí mismo hizo de las suyas.

La casualidad (o la mala suerte) quiso que, justo sobre su cabeza, se hallara un silo cargado hasta los topes de escombros. Y claro, aquellos artefactos llevan su cadenita y todo. Y Marcelino, una vez acabada su tarea, como persona higiénica y prudente que es, tiró de la cadena. La pega es que de allí no cayó ni una sola gota de agua, sino que cayeron diez mil kilos de pedruscos de todos los tamaños, sepultando al pobre hombre.

Desconozco si logró salir vivo de debajo de todo aquello, aunque, a día de hoy, su nombre aún no ha figurado en las esquelas mortuorias de los periódicos. Eso me deja más tranquilo.


sábado, 25 de febrero de 2012

DON FRANCACHELO, de Gin


Segunda entrada dedicada a la muestra de dibujos originales pertenecientes a mi colección personal. Esta semana le toca el turno al historietista Gin y a su personaje Don Francachelo. A diferencia de la página original anteriormente expuesta (la de Currito Farola, de Vázquez), ésta sí se encuentra en perfectas condiciones y conserva intactas todas sus viñetas, conservándose en buen estado pese al paso de los años.




Gin (Jordi Ginés Soteras), nació en Barcelona en 1930. Fue dibujante, caricaturista, editor y director de la revista “El Jueves”.

Su especialidad eran las caricaturas y el humor gráfico. En sus inicios, colaboró con Carlos Conti (creador de El loco Carioco, Mi tío Magdaleno, Apolino Tarúguez o La vida adormilada de Morfeo Pérez), trabajando en revistas como “Yumbo” o “Nicolás”.

Posteriormente dio un gran paso y fue fichado por la casa Bruguera, perteneciendo a la segunda generación de autores junto a Raf, Segura, Ibáñez, Figueras, Nadal o Vázquez*.

Pero sus pasos en Editorial Bruguera fueron cortos y se marchó a trabajar para agencias y para el mercado internacional. Sus personajes vieron la luz en revistas españolas como “Barrabás” y “El Papus”, y en revistas extranjeras como “Playboy”, “Stern” o “Pardon”.

En 1982, junto con José Luis Martín y Óscar Nebreda (fundadores de la revista “El Jueves”), compra la citada revista y la publica bajo el sello Ediciones El Jueves, S. A. y, justo al año siguiente, se convierte en director de la revista “Titanic”, de corta existencia.

Gin falleció en Sitges, en el año 1996.

En esta segunda muestra de mis dibujos originales, os muestro a Don Francachelo, un gentleman de cierta edad al que le vuelven loco las jovenzuelas. A pesar de poner todo su empeño en intentar conquistarlas, no siempre le salen bien las cosas, como es de suponer.

Este curioso personaje apareció por primera vez en el número 27 de la revista “Can Can”, allá por 1958.

*Anteriormente he expuesto que Gin perteneció a la segunda generación de autores de la casa Bruguera. Pues bien, los distintos dibujantes que fueron pasando por esta editorial han sido clasificados en tres grupos: La primera generación o generación del 47, en donde se pueden ver nombres de la talla de Cifré, Conti, Escobar, Giner, Peñarroya, Iranzo o Jorge. La segunda generación o generación del 57, de la que formaron parte Enrich, Nené Estivill, Alfons Figueras, Gin, Gosset, Ibáñez, Vázquez, Nadal, Raf, Segura, Martz Schmidt o Tran. Y, por último, la tercera generación o generación del 70, donde podemos ver a Luis Allué, Casanyes, Esegé, Jan, Joan March o Jaume Rovira.

P.D.: Justo la semana pasada, comenté en esta nueva sección que me gustaría que mi pequeña colección de originales se fuera ampliando poco a poco. Pues bien, hace sólo unos días, se han visto cumplidas mis palabras, sumando a mi museo particular, nada más y nada menos que cuatro páginas más. Cuatro maravillas perfectamente conservadas creadas por dos genios indiscutibles del panorama nacional, que valen su peso en oro y que verán la luz en este blog próximamente.



Página original de Don Francachelo, de Gin, publicada en el nº 59 de la revista Can Can.

domingo, 19 de febrero de 2012

CURRITO FAROLA, de Vázquez


Ésta va a ser una semana grande (y no la de El Corte Inglés), por lo menos, en cuanto a mi blog se refiere. Además de publicar un nuevo dibujo como de costumbre, hoy inauguro esta sección en la que iré mostrando mi pequeña colección de dibujos originales de autores de prestigio, que espero, con ganas, que se vaya ampliando poco a poco.

Quiero comenzar esta nueva aventura con la primera página (o lo que queda de ella) que llegó a mis manos: Currito Farola, er niño e la bola, del genial Manuel Vázquez (ya se sabe, aquel que también creó a Anacleto o las Hermanas Gilda). Editorial Bruguera ordenó “limpiar” sus archivos y destruyó una cantidad inimaginable de páginas originales creadas por diversos dibujantes, entre los que se encontraban Cifré, Escobar, Vázquez o Ibáñez. Por suerte, algunas de estas personas que fueron ordenadas a destruir uno de los mayores tesoros del país, guardaron trozos de estas páginas mutiladas conscientes de que aquello tenía un valor económico aparte del emocional.




Vázquez (Manuel Vázquez Gallego) nació en Madrid en 1930. Publicó su primer dibujo en 1942 en la revista “El automovilismo en España”, e inició su carrera profesional en el cuaderno “Macana en el Oeste”, publicado por Hispano Americana de Ediciones en 1946. Justo al año siguiente, empezó a trabajar en la revista “Flechas y Pelayos”, donde publicó su primera serie: Mr. Lucky.

A finales de 1947 o principios del año siguiente, Vázquez ficha por Editorial Bruguera y, poco después, de traslada a vivir a Barcelona.

En 1949, creó a sus archiconocidas Hermanas Gilda y, a su vez, colaboró con distintas editoriales. En 1951, creó a Don Binomio e hijo, S. L. para la revista “Pulgarcito”, y Azufrito, Currito Farola y La Familia Cebolleta para “El DDT”. En 1953, sustituye a Azufrito por Ángel Siseñor.

En 1955, contrae matrimonio con Aurora Medrano y, fruto de esta relación, nacen tres de sus hijos.

Su carrera profesional subía como la espuma. Entre 1958 y 1960, crea nuevos seriales para distintas revistas: La historia esa vista por Hollywood (que, posteriormente, pasaría a las manos de un primerizo y joven Ibáñez), La Osa Mayor (agencia teatral), La familia Gambérrez y La familia Churumbel. Entre 1961 y 1963, sus series pasaron a manos de otros dibujantes, como Sanchís o Martz Schmidt, y Editorial Bruguera lo denunció en 1963 por falsificación de recibos y robo. Ese mismo año, Vázquez se marcha de casa, abandonando a su familia.

Creó a Angelito en 1964, y a Anacleto, agente secreto en 1965, una de sus series de mayor éxito. En 1978, deja a un lado las publicaciones infantiles y empieza a crear series para revistas de adultos. A partir de ahí, en ocasiones, firmaba con el pseudónimo de “Sappo”. En 1982, y a raíz de la suspensión de pagos de Bruguera, Vázquez buscó otras revistas donde publicar sus trabajos, entre ellas, “JAuJA”, “Garibolo”, “Bichos”, etc.

Vázquez falleció en 1995 en Barcelona, a los 65 años, a causa de una embolia cerebral provocada por la diabetes.

Su forma de ser y su falta de disciplina le impidieron llegar aún más alto, pues no cumplía con la entrega de sus páginas en la editorial y siempre tenía problemas económicos, de los que salía airoso debido a su gran ingenio y su habilidad para el engaño. Vázquez siempre se sintió orgulloso de ello, y él mismo ayudó a forjar la leyenda que hoy se cuenta sobre su intensa vida.

Según confesó él mismo, contrajo matrimonio en siete ocasiones (no demostrables), y tuvo once hijos fruto de estos supuestos matrimonios. También confesó que estuvo tres veces en la cárcel, aunque tampoco se puede demostrar. 




Centrándonos un poco en el personaje de Currito Farola, er niño e la bola, como ya he comentado anteriormente, fue creado por Vázquez en 1951 para la revista “El DDT” y representa al andaluz de la época vestido de forma folclórica.

Residente en Barcelona (aunque nació en Sevilla), entre otros aspectos, destacan de este personaje su acento andaluz y su pasión por los toros. Currito Farola apareció por primera vez en el primer número de la citada revista, haciéndolo de forma continuada hasta el número 8. Posteriormente volvió a aparecer en el número 28, siguiendo hasta el 41, donde se publica su última historieta (Vázquez acaba con el personaje arrojándolo al mar encadenado a una bola de preso).

Si hacemos la cuenta, Vázquez creó un total de algo más de veinte páginas de este curioso personaje y, teniendo en cuenta que yo tengo parte de una de esas páginas, para mí, lo hace aún más curioso.


Página original de Currito Farola, de Vázquez.

LOS VELATORIOS YA NO SON LO QUE ERAN


¿Quién dijo que ir a un velatorio, echar unas lagrimillas y pasar allí todo el día y toda la noche era un mal plan? ¿Quién fue el que se atrevió a decir que las sillas y los sillones de los tanatorios son incomodísimos y te dejan el culillo y la espalda hechos puré de patatas? Pues si alguien se ha atrevido a pronunciar semejantes barrabasadas, desde luego, no ha sido el tipo de la imagen; un caradura y despechado como el que más.

Según me contó él mismo días después de pillarle in fraganti roncando en el interior del ataúd, las noches anteriores a aquella no había podido pegar ojo pensando que su mejor amigo estaba a punto de marcharse al otro barrio. Así que, aprovechando que a altas horas de la madrugada no quedaba nadie en el interior del tanatorio, pidió permiso a su amigo (más tieso que la mojama) para poder echarse un ratillo en el ataúd, acolchado, blandito y cómodo a más no poder. Lo que más me extraña de todo es que el pobre difunto consintiera dejarle el sitio. No sé, no sé… aquí algo me huele a podrido, con todos mis respetos.

Lo que estoy intentando averiguar ahora es si el caradura de turno cogió a su amigo en brazos y lo dejó en el suelo cuidadosamente, o le soltó una patada en todos los riñones estampándolo de morros contra el suelo. Viendo lo relajado que está ahí roncando como un tronco, creo que me decanto más por la segunda opción que por la primera. Intuitivo que es uno.

En una situación como ésta, no podían faltar aquellos bichitos, tan pequeños e inofensivos como escatológicos. Vosotros me habéis pedido que no los extermine, y yo, como persona obediente que soy, les doy buenos bocatas de jamón ibérico para que me duren muchos años. ¿Qué serían mis dibujos sin los típicos gags secundarios interpretados por estos inolvidables bichejos? A mí me gustan los dibujos como los bocadillos de calamares o los cubatas: bien cargados.

Con la presente ilustración, he querido rendir mi particular homenaje a todos aquellos millones de chistes que se publicaban, semana tras semana, en las revistas de la Editorial Bruguera hasta su cierre definitivo a finales de los años ochenta. Una situación concentrada en una sola viñeta pero tan profunda y directa como si ocupase una página entera.

Qué recuerdos aquellos…


domingo, 12 de febrero de 2012

EL HOMBRE DE LA PISTOLA DE ORO


Ésta no es una entrada dedicada a James Bond, aunque el título de la misma ha sido recuperado de la novena entrega de la famosa saga cinematográfica. Aunque, ahora que lo pienso, puede que algún día dibuje una ilustración en la que el protagonista sea el archiconocido agente 007. Tiempo al tiempo.

Ahora que parece que el género del western se ha vuelto a poner de moda, he querido aportar mi pequeño granito de arena y elaborar una viñeta ambientada en el lejano oeste. Bueno, realmente, ésta es una simple excusa para tocar un nuevo palo nunca antes explorado por mí.

Los indios venían con mano dura y muy mala leche, y sus arcos disparaban hasta mil flechas por minuto. El ojo humano nunca ha visto nada igual. Enemigos habría cinco o seis, pero valían por cientos, tal vez, miles. Así que, los vaqueros (los buenos de la película), se vieron obligados a pedir refuerzos.

Cuenta la leyenda que, hace muchos años, existía un hombre que era más rápido que su propia sombra. Era capaz de disparar su revólver y de colocarse al otro extremo para atrapar su propia bala, antes, incluso, de que ésta llegara a impactar contra la pared. De un solo disparo llegaba a matar hasta seis villanos a la vez, y no porque se encontraran los seis en fila india, no señor; cada uno se hallaba en un rincón distinto del escenario. Entre sus aliados, amigos y compañeros de juergas, se pudieron ver figuras de la talla de James Stewart, Gary Cooper, Clint Eastwood o el mismísimo John Wayne.

Pero claro, de todo esto hace ya casi medio siglo (o más) y, con el paso de los años, todas estas habilidades y destrezas se van perdiendo por el camino. Y eso es lo que le ha ocurrido a Tronco Mili (no confundir con Bronco Billy, aquel a quien dio vida el señor Eastwood), nuestra estrella de esta semana. Con casi 90 añitos a sus espaldas, ya no es capaz ni de acertarle a un dinosaurio aún teniéndolo a dos palmos de distancia. Su pistola también está para el retiro, tal y como se puede demostrar en la imagen. Y la pregunta del millón sería ésta: ¿cuál de los dos tiene más años?

Me gusta innovar, y eso se nota semana tras semana. Cada dibujo está protagonizado por personajes distintos (excepto cuando sale Marcelino, que siempre es el mismo), cada viñeta está ambientada en localizaciones diferentes, cada nueva situación es más surrealista que la anterior y procuro alternar un sentido del humor más corrosivo y ácido con otro más suave y familiar.

Está mal que lo diga porque el dibujo es mío, pero el mosquito vestido de vaquero me gusta bastante. No sé, me pilló fino ese día. Especial atención al gag de Lucky Luke, no conviene pasarlo por alto.


domingo, 5 de febrero de 2012

LO ÚLTIMO DE LO ÚLTIMO


Inauguramos el mes de febrero con una nueva viñeta, como no podía ser de otra forma. Tras estar un tiempo sin realizar dibujos con coches, me empezaba a picar el gusanillo (no seáis mal pensados) y ya tocaba crear uno.

Ahora bien, ¿qué argumento atribuirle? ¿Qué modelo de coche escoger entre todos los que hay? ¿Vehículo antiguo, moderno, mega-moderno o ultra-moderno? ¿Qué situación crear y en qué ambiente ubicarlo? Todo eran preguntas, dudas e interrogantes, pero las respuestas no brotaban, ni por activa ni por pasiva.

¿Abandono o sigo exprimiendo el limón? Sigamos, sigamos explotando a las pocas neuronas que aún se les puede sacar algo de provecho. Los engranajes del tarro vuelven a ponerse en funcionamiento y la chimenea vuelve a soltar humo como una loca. Ahora parece que viene algo, una idea sugerente. A ver… mmmm… no, a estoy no se le puede sacar punta, no hay por dónde cogerlo. Espera, espera, que parece que viene otra idea allá a lo lejos. A ver, a ver… sí, parece que ésta tiene mejor pinta. Dejemos que se acerque un poco más… sí, parece que ésta va a ir bien. A ver si la pesco, a ver si la pesco. ¡Toma ya, ya eres mía! Y ahora que ya tengo la historia más o menos decidida, es el momento de darle forma.

Así nació la ilustración de esta semana, contada en tono paródico pero real como la vida misma. Un dibujo al que no le faltan detalles ni gags (¡qué novedad!), al que no le faltan realismo ni pulso firme, y al que no le faltan mala leche ni humor sarcástico.

¿Os imagináis que os gastáis una fortuna en un vehículo de estas características y que va dotado de un sistema de frenado como el de la imagen? Una cosa sí está clara: frenar, lo que es frenar, seguro que frena. Aquí no hay pastillas que se desgastan ni discos de freno en mal estado; aquí lo que hay es un ancla, que se desprende de su soporte al apretar un botón y se agarra contra el asfalto o contra lo que pille a su paso, deteniendo al vehículo en seco. Lo peor no es tener que bajarse del mismo para recoger el ancla (que debe pesar una tonelada) y colocarla de nuevo en su sitio; lo peor es el estado en que quedará el vehículo tras un frenazo de este calibre.

Dad vuestra opinión al respecto.