Mis cordiales saludos, queridos seguidores. Esta mañana (no sé por qué) me he levantado con ánimo emprendedor y me voy a pasar el día fuera de casa en un lugar aislado del mundo donde nadie pueda localizarme. Así que, lamentándolo mucho, esta semana no habrá nueva entrada en mi blog.
Un momento. ¿Pero qué estoy diciendo? ¿Cómo voy a defraudar a mis más de diez millones de seguidores? Bueno, haré un esfuerzo y esta semana me quedaré en casa preparando la nueva entrada. Además, tengo dos dibujos pendientes de acabar y otro que quiero hacer con motivo de la Navidad. Así que, una semana más, me toca anclar el culillo a la silla y los codos en la mesa, y a darle al lápiz y a la pluma sin perder un segundo. Qué le vamos a hacer, a la próxima semana tal vez…
Ni de lejos se podría comparar este humilde dibujo con la mítica película de Steven Spielberg del mismo título, pero sin el pobre. En esta ocasión, el despistado Marcelino se pone al volante de un temerario SEAT 127, llevándose por delante cualquier cosa viviente y no viviente.
En un principio, pensé poner a Marcelino al volante de aquel legendario Plymouth Valiant rojo (el que salía en la película), pero como esto es España, decidí subirlo en el ya mencionado 127. Para el que no haya visto la película (que de todo tiene que haber en la viña del Señor), resumiré en cuatro líneas su argumento. Fue la primera película de un joven (y entonces desconocido) Spielberg en ser estrenada en cines, aunque originariamente se rodó para la televisión. El conductor del mencionado Plymouth es acosado durante todo el film por un siniestro y voraz camión cisterna (un viejo Peterbilt 351), el cual, lleva al protagonista al borde de la locura. Una película más que recomendable que sirvió de inspiración a su director para rodar el film que lo catapultaría a la fama mundial: Tiburón.
Aunque más que a El diablo sobre ruedas, por la forma en que se atropella a los transeúntes, diría más bien que se trata de una parodia del videojuego Carmageddon (ya sabéis, aquel en el que había que atropellar a la gente para conseguir puntos).
No diréis que no me he documentado para escribir esta nueva entrada, y es que, además de ser un admirador absoluto del gran genio Ibáñez, también lo soy del rey midas del celuloide: Steven Spielberg. Con este dibujo, quiero rendir homenaje a este todo terreno del cine.
P.D.: Todos los que no hayáis visto aún el mítico film rodado en 1971, ¿a qué estáis esperando? Pero ahora no vayáis corriendo a las salas de cine a sacar la entrada, porque creo que ya no la ponen.