Dejando un poco de lado mis dos
temas fetiche (la crisis y los cuernos), en la ilustración de hoy me inclino
hacia el mundo de la telefonía móvil, tan de moda en los últimos años como la
subida de impuestos o la boda de la duquesa de Alba.
El móvil es ese aparatito que ha
sufrido multitud de cambios desde el primer día de su invención. Los primeros
teléfonos móviles parecían ladrillos; su enorme tamaño y peso los hacía
incomodísimos a la hora de llevarlos de un lado para otro.
Con el paso del tiempo y el
avance tecnológico, este problema se ha ido solventando, ideando modelos cada
vez más pequeños y ligeros de peso, toda una revolución. Entonces, todo el
mundo ve volvió como loco y todos a cambiar su viejo ladrillo por uno último
modelo. Algunos eran tan diminutos que había que pulsar las teclas con un
mondadientes, porque si lo hacías con el dedo corrías el peligro de apretar
seis o siete teclas a la vez (este problema persiste con los actuales teléfonos
móviles, esos que son táctiles y la mar de bonitos, pero que consumen batería
como unos posesos). Las pantallas también eran tan reducidas que algunos
teléfonos venían con una lupa de 80 aumentos de serie.
Luego aparecieron las primeras
pantallas a color, otra revolución sin precedentes, y la gente volvió a perder
los estribos. Aquellas pantallas grises que nos habían acompañado tantos años,
se extinguieron de la noche a la mañana y, a la vuelta de la esquina, todo el
mundo vacilaba de estar a la última. ¡Y hala!, los fabricantes de móviles a
hacerse de oro.
Con el tiempo, a alguna mente
pensante se le ocurrió la genial idea de que el teléfono debía servir para
otras cosas que no fuera realizar llamadas y enviar mensajes de texto. Y así
surgieron los primeros móviles con cámara de fotos. La calidad de las
instantáneas era pésima, pero aquello pareció caer en gracia entre la población
y todo el mundo se empeñó en tener móvil con cámara.
Por suerte, esta nueva
herramienta se ha ido perfeccionando con los años, como casi todo. Pero que un
móvil hiciera fotos parecía poca cosa, entonces… ¿por qué no meterle radio,
televisión, Internet, GPS, grabación de video y juegos? Dicho y hecho, esas
innovadoras y futuristas ideas se hicieron realidad, y los tamaños de los celulares
han ido aumentando (¿otra vez?) con los años.
Aquella moda de tener un móvil
cuanto más pequeño mejor era ya agua pasada. Hoy en día, el tamaño ya no
importa, volviendo a comerciarse verdaderos armatostes incomodísimos de
transportar. Ahí debemos incluir los actuales teléfonos móviles, de los cuales,
han desaparecido casi todas las teclas y vienen equipados con una pantalla
táctil gigante de casi 40
pulgadas. Por no hablar de las Tablets, los iPhones o
cualquier cacharro de ésta misma índole, tan de moda en nuestros días pese a la
que está cayendo.
En conclusión: que nos gusta
estar siempre a la última y nos encanta hacer de oro a los fabricantes de
teléfonos, quienes, muy hábiles ellos, se encargan de ir sacando novedades cada
cierto tiempo para que la sociedad consumista palie sus hambrientas necesidades
hasta nueva orden, que estoy totalmente convencido de que llegará pronto.