Vayamos a por la novena entrega
de estos pasatiempos que tanto nos gustan. Aquí no hay mucho que comentar, pues
es un único juego al que debemos enfrentarnos y, para todo el que haya ido
siguiendo con cierta regularidad la publicación de las entradas anteriores, de
sobra conocerá cuáles son las bases para resolverlo de forma satisfactoria.
Para el que no lo sepa, daré una breve explicación. La mecánica es bien
sencilla, basta con agarrar el primer lápiz que tengamos a mano y rellenar los
espacios que figuran marcados con un puntito.
La complejidad de este pasatiempo
no la hallamos a la hora de descifrarlo, sino cuando tratamos de identificar a
su autor. Carece de dibujos (sólo un entramado de líneas), por lo tanto,
resulta imposible estudiar su estilo para descubrir de quién puede tratarse. La
única pista que nos puede conducir para lograr alcanzar nuestro objetivo la
hallamos en el texto que figura justo debajo. Comparando la caligrafía con la
plasmada en otras páginas originales de diversos autores, y sospechando que
este dibujo pudo ser publicado en la revista “La Risa”,
en la década de los cincuenta, al fin pude resolver el misterio identificando
que detrás de este juego se esconde la mano y el talento de José Ripoll. No es
una afirmación que pueda dar por sentada, pero sí que le doy bastante fiabilidad.
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