Con este sugerente y divertido
título se cita al mejor humor en esta página compuesta por trece chistes que
llevan el indiscutible sello de la casa Ibáñez. Publicados en la revista “La
Risa” sobre mediados de los cincuenta, nuestro autor
realiza un despliegue de situaciones límite, cuál más absurda, con la única
excusa de arrancar un sonrisa entre sus lectores.
Estamos ante un Ibáñez al inicio
de su carrera (aún no había cumplido los veinte y su cabeza se hallaba cubierta
de pelo), por lo tanto, bastante primerizo y al que todavía le quedaba mucho
por aprender. Pese a todo, estamos ante un trabajo realmente digno que
conseguirá arrancarnos más de una carcajada. Es más, a día de hoy, sesenta y
tantos años después y con una larguísima carrera profesional a sus espaldas,
todavía asegura no haber aprendido a dibujar, afirmación con la que no estoy
del todo de acuerdo.
La página carece de firma, pero
la mano del maestro está presente en cada una de sus viñetas. Incluso la
caligrafía es suya. Chistes como el del tipo con paraguas bajo la lluvia o el
del caníbal han contribuido a que Ibáñez sea considerado como un auténtico mago
del humor.
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