EL DENTISTA

Después de varias semanas (tres, concretamente) apartado de la ilustración pura y dura y metido de lleno en la historieta, es a partir de hoy cuando vuelvo a retomarla con más fuerza y mala leche (todo hay que decirlo) que nunca. La escatología, casi siempre presente en mis obras, sobre todo, en los gags secundarios, es empleada cada vez con más frecuencia en el hilo principal de la historia, siendo sus protagonistas partícipes de ello.

 

Esta nueva entrada la he bautizado con un nombre tan escueto como directo: “El dentista”, tal vez, como un homenaje a aquella inolvidable película de terror del mismo nombre, dirigida por el maestro Brian Yuzna en 1996, quien también se encargó, dos años después, de su secuela.

A diferencia de aquellas películas, aquí no hay ningún dentista pirado que utiliza a sus pacientes como conejillos de indias, destrozándoles la dentadura con mil atrocidades o arrancándoles los dientes con unas tenazas.

El dentista de mi ilustración es, tal vez, uno de los hombres más despistados del planeta (siempre después de Marcelino, claro está), actuando así totalmente inconsciente a las tragedias que va desencadenando. No hay indicios que me hagan pensar que este hombre (ya con algunos años de más a sus espaldas) realice estos actos intencionadamente. Todo lo contrario, el pobre dentista siempre pone toda la buena voluntad del mundo a todo lo que hace; otra cosa es que el paciente quede satisfecho con sus servicios prestados, aunque, visto lo visto, me creo que no.

Esta nueva ilustración me supuso todo un reto a la hora de plasmar en el papel la consulta de nuestro dentista, la cual, quise que quedara lo más realista posible. Esos locos bichillos que andan sueltos por ahí completan el resto de la historia.