Continúo narrando algunas de las
vivencias más curiosas acontecidas durante mi última escapada a ese lugar anónimo
al que hoy pondré nombre. Mis peripecias en el viaje de ida ya las conocéis,
así que hoy me centraré en mis idas y venidas por las calles de la ciudad.
A pesar de que el sol reinaba en
lo alto del cielo, las temperaturas eran relativamente bajas. El viento
arrastraba el frío de la nieve caída por los alrededores (al menos, eso se
rumoreaba). El hombre del tiempo, esta vez, SÍ acertó. Por suerte, íbamos
equipados con ropa de abrigo, la cual, nos ayudó a combatir contra las cuchilladas
propinadas por esas gélidas corrientes de aire.
Nuestro particular tour por la Ciudad Condal (Barcelona, por
si alguien no lo pilla), se prolongó durante la tarde del sábado, domingo todo
el día y la mañana del lunes (día que debíamos volver a casa). Lugares tan
emblemáticos como la
Sagrada Familia (por fuera y por dentro), Las Ramblas, el
Gran Teatro del Liceo, la catedral, la Gran Vía, el puerto, el monumento a Colón, la Plaza de España, la Plaza de Cataluña, el
chiringuito de un chino ubicado a la vuelta de la esquina, el retrete público y
un larguísimo etcétera, fueron pateados por estos pies e inmortalizados por mi
inseparable cámara fotográfica (no me pidáis fotos del retrete, por favor). No
es la primera vez que recorremos las calles de la ciudad (nuestra última visita
data de finales de 2011), pero siempre está bien volver a recordar antiguos
lugares cargados de grandes recuerdos.
Todo viaje que se precie siempre
está repleto de divertidas anécdotas que no conviene olvidar. Como creo que no
viene demasiado a cuento enrollarme a desarrollarlas todas, sí me centraré sólo
en una de ellas que me reservó una agradable sorpresa final.
Tras nuestra visita a la Sagrada Familia
(me guardo mis impresiones sobre la misma), pasamos a recorrer la Plaza de Gaudí, situada
justo enfrente del templo expiatorio. Allí se repartían cientos de puestos que
vendían numerosos artículos relacionados con las próximas navidades. Figuritas
de belén, adornos navideños, árboles de navidad (de los de verdad), dulces de
cien tipos distintos (azucarada tentación…), caganers de cualquier personaje,
etc.
Pues bien, vamos a centrar
nuestra atención en estos últimos monigotes que no tienen otra cosa que hacer
que quedarse con el culo al aire. En los muchos stands que vendían estas simpáticas
figuritas de arcilla, podías encontrarte con personajes tan dispares como Freddy
Krueger, Jason Voorhees, Billy (el muñeco diabólico de la saga Saw), políticos,
Bob Esponja, Peppa Pig, Spiderman y bla, bla, bla… La verdad es que fue idea de
mi mujer: “¿Y si hubieran unos caganers
de Mortadelo y Filemón? ¡Vamos a buscarlos!” Dicho y hecho, nos pusimos
manos a la obra. Aquello que arrancó como una mera diversión, se convirtió en
todo un objetivo a cumplir.
Tras varios intentos fallidos,
tras continuos tropezones contra personas que no saben caminar por la calle, y
tras salir airosos de numerosos atascos provocados por grupos de gente que se
amontonaba a mirar, a charlar o, directamente, a incordiar al que viniera por
detrás, conseguimos alcanzar nuestro propósito. Parecía increíble pero allí
estaban: Mortadelo y Filemón, con los pantalones a la altura de las rodillas
haciendo de las suyas. Me parecieron unas figuras la mar de simpáticas, aunque
debo confesar que la de Filemón no estaba muy conseguida. Este detalle, junto a
su elevado precio, hizo que me decantara a comprar sólo a Mortadelo, bastante
más logrado. Y ahí lo tenéis, expuesto al final de esta entrada. Una figurilla
moldeada en arcilla y realizada de un modo completamente artesanal, la cual, ya
luce en mi colección particular junto al resto de figurillas de pvc de diversos
personajes de Ibáñez y de la casa Bruguera. Ya me diréis qué os parece.
P.D.: Aporto un dato para los más
detallistas. Ante las preguntas: ¿Tiene orificio de salida en sus partes
traseras?, y: Dada la posición, ¿se asoma algo indecente entre sus piernas?, la
respuesta es… sí (aporto fotografías que lo certifican).
Pocas veces hemos visto a Mortadelo en una postura tan comprometida.
Como todo buen caganer, agarrando sus pantalones con ambas manos...
Y claro, cuando la cámara coge ángulos que no debería coger, pues pasan estas cosas...
¡Que nadie se escandalice, que su propio nombre ya lo indica: caganer...!
Detallismo extremo, oiga...
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