Nuevo original del gran Vázquez
que cuelgo en las paredes de mi museo virtual. A pesar de que los últimos
trabajos que he expuesto en mi blog correspondían a su última etapa como
dibujante, la más gamberra, sin duda, de toda su carrera, hoy me centraré en su
época dorada y en una de sus numerosas series creadas para la desaparecida
Editorial Bruguera: La familia Cebolleta.
Este mítico serial nació en la
revista “El DDT”, allá por 1951,
pasando después por diversas publicaciones de la casa. No fue la única creación
de Vázquez centrada en las desavenencias de un núcleo familiar (recordemos que
después vinieron La familia Gambérrez,
en 1959, y La familia Churumbel, en
1960), que nunca llegaron a alcanzar la popularidad de los Cebolleta.
Esta particular familia estaba
formada por el cabeza de turno (Don Rosendo), su esposa y ama de casa (Doña
Laura), sus dos hijos (Diógenes y Pocholita), el loro (Jeremías), y el abuelo
(alias, el abuelo Cebolleta), sin duda, el personaje más destacado de la serie
y uno de los más populares de Bruguera. Este peculiar octogenario bombardeaba
constantemente a su familia contando sus inacabables y continuas batallitas,
molestando a todo Quisque, hecho que le hizo mundialmente famoso y eternamente
recordado, ya que, incluso, se llegó a crear un término coloquial con su nombre
denominando así a los ancianos que acostumbran a incordiar a la pobre gente con
las inagotables y repetitivas historias de sus vidas.
En la página que hoy nos ocupa,
vemos un claro reflejo de lo que a muchos nos puede pasar (y nos pasa) a la
hora de planear nuestras vacaciones de verano. Como todas buenas vacaciones que
se precie, siempre debemos tener a punto los últimos preparativos: bañador o
bikini a estrenar, crema solar por un tubo, gorrito y gafas para protegernos
del dañino sol, sombrilla y tumbona para la hora de la siesta, toallas
(múltiples funciones), cubo y pala para los ratos muertos, revistas (para
adquirir cultura), aperitivos (para llenar la panza), flotador y manguitos para
no irse al fondo, lancha a motor para lucirse delante de los presentes, etc.,
etc. Tantas cosas queremos llevarnos a cuestas que luego nos enfrentamos al
(grave) problema de que el maletero de nuestro vehículo se nos ha quedado
pequeño, lo cual, nos obliga a dejar la mitad de esos trastos en casa por
problemas de espacio.
Y claro, al invertir tanto dinero
en todas estas innecesarias particularidades, nos enfrentamos a otro (más
grave) problema: que hemos gastado todos nuestros ahorros en bártulos y enseres
que luego tenemos que disfrutar en el salón de casa porque no nos llega para
irnos a la costa.
Página muy divertida y dinámica,
obra del siempre descacharrante Manuel Vázquez.
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