Segundo original de Don Pedrito
que cuelgo en las paredes (virtuales) de mi museo. Al igual que la página
anterior del mismo personaje, en ésta, Ibáñez se encargó del guión de la
historia, de su elaboración a lápiz, del acabado del mismo y de su posterior
entintado.
Cuando el trabajo empezaba a
acumularse sobre la mesa de nuestro dibujante (recordemos que hubo un tiempo en
que la editorial le exigía hasta veinte páginas a la semana, un auténtico
disparate), a Ibáñez no le quedó más remedio que delegar el proceso del
entintado en otras personas, a veces, con nulos resultados. Tal vez, la
inexperiencia de aquellos dibujantes y las prisas impuestas por Bruguera fueron
los detonantes de tan pésimos resultados a la hora de acabar una página del
maestro.
Por suerte, no siempre fue así.
Muchos años (y muchas manos) tuvieron que pasar por las páginas de Ibáñez hasta
que se dio con profesionales de la talla de Martínez Osete (del que ya os hablé
en entradas anteriores) o Juan Manuel Muñoz, su colaborador actual y habitual
en los últimos treinta años. Por esta razón, el poder disfrutar de una página
original de Francisco Ibáñez acabada por él mismo es algo que no tiene precio,
a pesar de su elevado precio de cotización.
En esta ocasión, el bonachón de
Don Pedrito tiene el propósito de comprarse un reloj, y lo único que consigue
es volver loco al pobre y paciente vendedor. Tras venderle varios modelos
distintos, nuestro personaje nunca queda satisfecho con los resultados
obtenidos y todos los relojes son devueltos a su punto de venta. Una historia
muy divertida en la que Ibáñez demuestra que es un auténtico todoterreno a la
hora de abordar cualquier escenario o situación.
Si queréis volver a disfrutar de
la anterior página de este entrañable personaje publicitario (recordad que era
la mascota de un anuncio de una bebida alcohólica), sólo tenéis que pinchar en
el siguiente enlace:
que significa la palabra monos que ponia al lado de su firma
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